Las minas se nos mueren, y con ellas, nosotros

domingo, 3 de septiembre de 2017

Pues si es cierto que una imagen vale más que mil palabras, aquí mostramos una que resume de manera contundente la realidad que se vive en muchos núcleos mineros de España, tras el cierre de las explotaciones. Tristeza, abandono, soledad, silencio y cientos de carteles que, como pequeñas esquelas, evidencian una muerte anunciada: se vende, se alquila…

Las minas se nos mueren

Ciaño, Langreo (Fot. J.M. Sanchis, 2017)

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La que presentamos fue tomada en una tarde cualquiera del mes de agosto en Ciaño (Langreo). A pocos metros del mítico pozo María Luisa, clausurado en diciembre del pasado año, y frente al parque Rosario Felgueroso. Viviendas que antaño fueron ocupadas por mineros hoy muestran su decrépita fachada en consonancia a la más que anunciada muerte minera. Ya no hay pálpito, ya no hay vida entre sus muros. Ya no quedan mineros.

Mientras tanto, en el otrora hermoso parque vecino, el vandalismo y la miseria puso su adecuada rúbrica a tanta desolación: el busto de Rosario Felgueroso, arrancado de su pedestal junto a una de las alegorías mineras del monumento a los hermanos Felgueroso. Igual suerte corrió el que allí erigieron sus paisanos en memoria de José León Delestal. Una pandilla de delincuentes hizo añicos en 2013 las esculturas para obtener unos miserables euros. Noble bronce transformado en droga, o en alcohol, o vayan Vds. a saber. Más de 20 toneladas, entre estos monumentos y otros, vendidas en chatarrerías con pocos escrúpulos. Total impunidad. Cosas de niños, llegaron a decir algunos. Disculpa y complicidad. Y el expolio siguió: dieciocho placas de bronce desaparecidas hace escasos días del monumento La mina y el mar de La Felguera.

Las minas se mueren (o las matan), y con ellas, los pueblos que las acogieron se desangran lentamente. Se vende. Se alquila. Requiescat in pace.

Fotografía y texto: J.M. Sanchis.