Historia de un gran sobresalto

jueves, 7 de agosto de 2008

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Hallábase indagando en 1918 el Ingeniero Jefe del Distrito de Murcia, D. Felipe Peña, diversos yacimientos de su zona, cuando decidió reconocer una mina de plomo y zinc, demarcada en 1866 con el nombre de Virgen de las Huertas, ubicada en la Sierra Tercia, en las cercanías de Lorca, de la cual había tenido conocimiento gracias a los informes del anterior Ingeniero Jefe, D. Joaquín Izquierdo.

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Según él mismo relata en el Boletín Oficial de Minas de aquel año… “Buscar la labor era preciso, y a ello nos dedicamos, y en el sitio donde debió existir, según las visuales de referencia, nos encontramos con un gran anchurón y una galería, todo muy blanqueado para servir de albergue a los dependientes y animales domésticos del cultivador. Atraídos por la curiosidad nos rodearon varios vecinos, que formando grupos conferenciaban misteriosamente; esto, la nerviosidad del colono y su incoherencia al responder las preguntas que le hicimos, nos despertó el deseo de saber el motivo de situación tan singular; no fue fácil averiguarlo, pero al fin supimos lo que deseábamos.

La cosa era que la galería habilitada para albergue tiene su historia, y esta es que, según tradición indiscutible entre los habitantes de la comarca, la galería tiene más de 1.000 metros de longitud, y de ella extrajeron grandes riquezas personajes moros y cristianos, siendo también indiscutible que tendría cruel castigo el colono que la había inutilizado para los efectos de explotar el tesoro misterioso.

Al vernos por allí y enterarse de nuestra representación, nos tomaron por implacables acusadores del tremendo crimen de obstruir la labor, y de ahí la nerviosidad del colono y la profunda expectación de los vecinos. Queda contada la leyenda como nos la contaron, sin que digamos ni una palabra respecto a lo fabuloso o cierto del relato; nos limitamos, pues, a lamentar el susto del pobre labrador y a sentir que, aunque por un momento y por infeliz gente ofuscada, se nos tuviese por ejecutores de tan terrible sentencia”.

La crónica de tan singular relato viene firmada, como ya hemos señalado, por Felipe Peña, Ingeniero del Distrito, y por Francisco Pato, como auxiliar facultativo del mismo.